El don especial con el que el ser humano está dotado es la capacidad de aprender. Pero todos los progresos del razonamiento así como los emocionales o afectivos, están mediados por la interacción con los demás, inseparable del proceso del desarrollo. El desarrollo de un individuo se corresponde al conjunto de aprendizajes que ha logrado como resultado de su historia de interacción con el medio. Los diferentes aprendizajes se expresan a través del comportamiento que exhiben las personas y se manifiesta a través de determinadas habilidades, destrezas o formas de interactuar con el entorno (Bases del aprendizaje y la educación, 2009)
Todas las personas tienen que aprenderlo casi todo, su conducta se caracteriza por la plasticidad, por la indeterminación y como consecuencia el ser humano está capacitado para sobrevivir en los ambientes más dispares, transformándolos y ajustándolos a sus intereses. Además está preparado para transmitir todos los conocimientos que va acumulando a sus semejantes.
La capacidad de aprendizaje del ser humano es la facultad para recibir influencias e información del exterior, reaccionar ante ellas e integrarlas (educabilidad). Pero también presente en el individuo está la capacidad para influir en los demás, de transmitir información y conocimiento (educatividad).
Estas capacidades específicas del ser humano, se llevan a cabo a lo largo de toda la vida, son permanentes y constantes en cada sujeto. Y son una fuente de riqueza tanto para el individuo como para la sociedad porque permiten que cada persona desarrolle plenamente sus capacidades y se humanice, en definitiva se perfeccione. De estas interacciones van surgiendo nuevos aprendizajes, que al integrarse en el sistema, dan como resultado su evolución permanente (Bases del aprendizaje y la educación, 2009, pag. 22)
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